Sociedad

Turistas en Vaca Muerta


Esta historia da cuenta de una familia de turistas de Buenos Aires, quienes este verano pasado se dirigía en auto hacia la cordillera neuquina. A la altura de la ciudad de Neuquén, deciden seguir de largo y hacer una escala en Añelo, atraídos por lo que sobradamente llaman el “milagro de Vaca Muerta”. Comienza a andar por una autopista patagónica que corre sobre la meseta, mientras el GPS sobre el parabrisas marca rumbo noroeste. Deja atrás barrios de planes de viviendas, el reflejo de las sucesivas olas migratorias que tuvo esta ciudad capital de provincia.

Esa tarde, el sol golpea sin encanto ni piedad sobre el pavimento deformado, por el paso de innumerables vehículos de todo tipo. El desarrollo de los denominados no convencionales ha aumento exponencialmente el caudal del tránsito. El último y único control policial pasando la localidad de Vista Alegre, marcan el límite de una frontera imaginaria. El descontrol que se desata diariamente, sobre una ruta saturada de transportes, camiones, camionetas y autos a altas velocidades, que van tratando de ganar tiempo, el costo más preciado del shale o su modalidad del fracking. Una forma de conducir peligrosa y alienante, en un espacio controlado por las empresas petroleras. Hay que transportar arena, agua, maquinaria pesada y seres humanos que van o vuelven de trabajar. La circulación desordenada y caótica, una aventura para turistas desinformados del ritmo de Vaca Muerta. Participan sin saberlo de una carrera imaginaria contra los turnos de trabajo o las jornadas de descanso. La velocidad la impone el valor del flete de camiones o de las trafics con su carga humana. Intimidantes y agresivos, parecen decir “así se conduce en la ruta del petróleo”.

Necesidades sobran, entre ellas la capacitación tanto del personal, como también de los gerentes y propietarios, un diagnóstico de infraestructura indispensable y finalmente una evaluación del equipamiento.

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Luego de un corto recorrido, San Patricio del Chañar aparece como un oasis, ofreciendo algo de verde y sombra. Los campos productivos van quedando atrás, para dar paso a los primeros mecheros con su permanente llama encendida, venteando los gases de las profundidades. El borde de la meseta se acerca más al camino, con sus contornos rojizos como un murallón que oculta lo que sucede allá arriba, la tan criticada explotación petrolera por fractura hidráulica. De pronto, se hacen presentes unas modernas bodegas con sus viñedos de alto nivel y restaurantes gourmet, todos edificios que simulan montañas, cerros o bunkers antiaéreos con estilo.

Una imprevista anticipación a la ciudad de Añelo: las primeras casas precarias sobre terrenos tomados a la barda y luego, un “parking” con los esqueletos de metal de unos vagones abandonados grafiteados cuyos laterales dicen “Subte de Buenos Aires”.

Los reciben el viento y un polvo en suspensión que se abate sobre un pueblo desierto a esa hora de la tarde. El transito sobre calles de tierra y pedregullo no cesa en ningún momento, un movimiento permanente y casi frenético, para los pobladores de Añelo, que sueñan con quedarse con una porción pequeña e insignificante de esa vaca moribunda que todos están tratando de ordeñar antes de nacer. Casas bajas que quedaron hundidas debajo del nivel de un pavimento que aún no llegó, y construcciones precarias con el aspecto de lo provisorio. Consecuencia de los rápidos reflejos de quienes vieron venir el boom y construyeron lo que sea, en cualquier lugar disponible. Abundan habitaciones para alquilar o casas de comida con una oferta repetida de empanadas, pizzas y milanesas. Llegan a la única estación de servicio en elcentro del pueblo. Una larga cola y cuando la familia de turistas preguntan por los sanitarios, le señalas su ubicación, pero le aclaran que no hay agua, por un corte del suministro desde el día anterior. Salen con el tanque lleno, y observan enfrente un centro comercial con banco y supermercado, y más alto sobre la meseta, un sector residencial al que se llega por un camino en muy mal estado. Más allá, un desmesurado parque industrial, que sería la envidia de cualquier ciudad.


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Al volver a retomar la ruta por la que venían, ven a la izquierda un edificio “moderno” y que desentona con el resto. Un cartel en su frente anuncia el casino. Enfrente dos hoteles que les atrae porque tienen estacionamiento propio. Llegan al primero, con banderas de Argentina e Italia en el frente. Mira desde lo alto de una loma con sus amplios ventanales. Les llama la atención la cantidad de tráileres a un costado del alojamiento hotelero. De esos que abundan por todos lados en Añelo. Son tan comunes, que forman parte de su paisaje. Son como unas enormes cajas rectangulares de chapa, con una abertura de puerta y otra mínima a modo de ventana. Por supuesto, a ninguno le falta su antena de Direct TV o el equipo de aire acondicionado.

Los cansados y transpirados turistas, llegan hasta mostrador donde una joven y amable recepcionista les anuncia que no hay lugar. El establecimiento se encuentra completo durante los próximos treinta días. Con caras de asombro se enteran que la ocupación es en ese momento del cien por ciento, todos los cuartos ocupados con personal jerárquico petrolero. Los trabajadores ocupan los innumerables tráileres que están en el exterior, próximos a la playa de estacionamiento.

La misma suerte corren con el otro establecimiento, ubicado un poco más allá, cruzando la ruta. Dos recepcionistas sonrientes le dan la misma respuesta que en el caso anterior. Allí se enteran en el Añelo no hay temporadas bajas o altas. En realidad, todo el año es alta. Las empresas se encargan de reservar en forma permanente sus habitaciones ante la falta de viviendas. El padre de familia observa la foto en la recepción sacada hace poco más de veinte años. Registra lo que parece un galpón con ventanas, ocupando un cuarto de una manzana vacía. Es la base sobre la que se amplió el actual hotel. Además, les aclaran a modo de recomendación, que en esa época del año les va a resultar muy difícil conseguir algún lugar disponible para alojarse.
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Desanimados vuelven a subir al auto, solo les queda dirigirse a Cutral Co, corriendo el riesgo de encontrarse con las mismas condiciones, a ser también una zona petrolera. La última alternativa es Zapala, pero llegando ya avanzada la noche.

Imaginemos por unos momentos, aquellos turistas atraídos por la prensa que tiene Vaca Muerta, y llegan hasta Añelo y se enfrentan a esta experiencia aquí descripta, repetida constantemente, más común de lo esperado. Entonces nos cabe preguntarnos si algún estamento estatal desea hacer de esta, una ciudad turística. Qué los turistas la visiten y continúen a otro destino, o que se hospeden y pasen algunos días. Y la segunda pregunta necesaria es: ¿Cómo y de qué manera trabajar para fomentarla como destino turístico? ¿Hay posibilidades, está a tiempo Añelo?

Nadie a esta altura desconoce que esta ciudad de crianceros y chacareros en peligro de extinción, tiene sustanciales problemas sociales, ambientales, de infraestructura y de planificación, antes de pensarse turística. Como se mencionara antes, se largó una suerte de “maratón” a un modelo de desarrollo por lo menos cuestionable, marcado por el ritmo y las necesidades de la actividad y las empresas petroleras.

¿Alguien se planteó siquiera lo que significa atender a una diversidad tan compleja y heterogénea de turistas?


Algo queda claro, a un Añelo sin preparación y sin herramientas, el turismo no puede sumarse a este desorden programado. Ni pensarse en la preparación que necesitan los taxistas, mozos, personal de hotelería, comercios, artesanos y otros tantos prestadores de servicios. ¿Alguien se planteó siquiera lo que significa atender a una diversidad tan compleja y heterogénea de turistas? Los empresarios hoteleros no van a dar importancia a los turistas, si con el hotel vacío las petroleras le pagan igual. Necesidades sobran, entre ellas la capacitación tanto del personal, como también de los gerentes y propietarios, un diagnóstico de infraestructura indispensable y finalmente una evaluación del equipamiento existente y el necesario.

Finalizando este artículo, tal vez la cuestión que se plantea a modo de pregunta es, si la actividad petrolera extractiva por medio de la fractura hidráulica -fracking-, es complementaria y compatible con el turismo.


Dr. Marcelo Impemba & Msc. M. Alejandra GazzeraMarcelo Impemba: Docente-Investigador FATU – UNCo. María Alejandra Gazzera: Docente-Investigadora FATU-UNCo/ IPECHS-CONICETEsta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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