El imaginario popular sitúa al científico en extraños laboratorios, vistiendo delantal blanco y anteojos, manipulando tubos de ensayo y líquidos de color fluorescente. Algo de este imaginario colectivo puede tener visos de realidad pero lo cierto es que los científicos argentinos (y los de otras nacionalidades también) son ciudadanos comunes, toman mate y hasta van al supermercado y se sorprenden del costo de vida, como todos. Y aunque fuera de sus laboratorios y oficinas, o despojados de sus delantales se parezcan mucho a nosotros, lo cierto es que los científicos e investigadores son actores clave en la conformación de la soberanía nacional.
Producir tecnología es un proceso a largo plazo: 10, 15 e incluso 20 años de trabajo. Un ejemplo muy interesante es el del láser. En 1915 Albert Einstein realizó un descubrimiento teórico llamado Emisión Estimulada y escribió un artículo al respecto. En ese momento, el descubrimiento de Einstein era una curiosidad de la naturaleza a la que arribó a través de principios de la termodinámica pero no tenía fin práctico alguno. Ni él ni ningún otro científico del mundo pudieron concluir que de allí podría producirse un haz de luz coherente, es decir, un láser. Tuvieron que transcurrir casi 40 años para que el premio nobel de la física Charles Hard Townes pudiera realizarlo. Y en nuestros días, lo usamos en muchísimas aplicaciones comerciales: cajeros de supermercados, comunicación por fibra óptica, etc. Sí, la ciencia es una apuesta de largo plazo.
Hoy convivimos diariamente con el resultado del trabajo de científicos e investigadores: alimentos, entretenimiento, comunicaciones, indumentaria, transporte, entre otras aplicaciones. Altísimos niveles de desarrollo tecnológico en objetos de uso cotidiano, que de tan cotidianos olvidamos preguntarnos ¿dónde se produce esa tecnología? ¿Cómo surgen y se desarrollan esas ideas?
El recorte de gastos no garantiza la generación de utilidades futuras. Hoy los países con alto sentido común contable están invirtiendo sistemáticamente en Ciencia y Tecnología, porque la mejor opción es invertir en los mercados que producen alta rentabilidad a futuro a través del agregado tecnológico.
Los países productores de tecnología son los que conocemos como países desarrollados. Más allá de esa obviedad, es importante analizar algunas cuestiones relevantes respecto a la estructura de producción tecnológica de esas naciones.
El modelo de Ciencia y Técnica de los países desarrollados no se basa únicamente en el aporte del Estado para producir tecnología a escala industrial sino que requiere también de la participación del sector privado. Un sector privado que, razonablemente, tiene intereses rentistas sobre este proceso. Las instituciones intermedias de producción científica completan esta ecuación. Estas instituciones están a medio camino entre los organismos que hacen ciencia y las empresas que aplican esta tecnología a escala industrial. Su rol como nexo vinculante es fundamental ya que por un lado las empresas persiguen la rentabilidad sobre la inversión, y por el otro, los institutos científicos buscan conocer cómo funciona la naturaleza. Son, de hecho, dos objetivos muy diferentes y necesitan ser articulados y alineados a los intereses nacionales.
En Argentina, carecemos de instituciones que oficien de ese eslabón intermedio. Instituciones valiosísimas como INTI e INTA nacieron más para lograr que la industria adopte tecnología existente que para producirla.
Uno de los científicos más importantes del país y reconocidos en el mundo, el Dr. Fernando Stefani, Ingeniero en materiales y especialista en nanotecnología, suele expedirse sobre estas cuestiones con mucha claridad. De una de sus entrevistas hemos tomado un aspecto muy importante sobre la cuestión de la producción de tecnología de punta: la magnitud y la velocidad de la inversión. Según Stefani, en promedio, los países desarrollados incrementan anualmente un 0,03% de su producto en investigación científica. Es decir, si el primer año se invirtió un 0,03% el segundo año se invierte un 0,06% y el siguiente un 0,09%, etc. Ahora bien, los países que se encuentran en vías de desarrollo, como Corea o China, tienen serias intenciones de alcanzar a los desarrollados y hacen un esfuerzo mayor en inversión, que se cuantifica entre un 1,5% y un 4% de su producto. Esa progresión, les permitirá alcanzar en algún momento a los países desarrollados. Lamentablemente, Argentina se encuentra en el pelotón del fondo, cuyo incremento y magnitud de inversión no le permitirá nunca alcanzar a los países desarrollados.
El modelo de Ciencia y Técnica de los países desarrollados no se basa únicamente en el aporte del Estado para producir tecnología a escala industrial sino que requiere también de la participación del sector privado. Un sector privado que, razonablemente, tiene intereses rentistas sobre este proceso. Las instituciones intermedias de producción científica completan esta ecuación. Estas instituciones están a medio camino entre los organismos que hacen ciencia y las empresas que aplican esta tecnología a escala industrial. Su rol como nexo vinculante es fundamental ya que por un lado las empresas persiguen la rentabilidad sobre la inversión, y por el otro, los institutos científicos buscan conocer cómo funciona la naturaleza. Son, de hecho, dos objetivos muy diferentes y necesitan ser articulados y alineados a los intereses nacionales.
En Argentina, carecemos de instituciones que oficien de ese eslabón intermedio. Instituciones valiosísimas como INTI e INTA nacieron más para lograr que la industria adopte tecnología existente que para producirla.
Uno de los científicos más importantes del país y reconocidos en el mundo, el Dr. Fernando Stefani, Ingeniero en materiales y especialista en nanotecnología, suele expedirse sobre estas cuestiones con mucha claridad. De una de sus entrevistas hemos tomado un aspecto muy importante sobre la cuestión de la producción de tecnología de punta: la magnitud y la velocidad de la inversión. Según Stefani, en promedio, los países desarrollados incrementan anualmente un 0,03% de su producto en investigación científica. Es decir, si el primer año se invirtió un 0,03% el segundo año se invierte un 0,06% y el siguiente un 0,09%, etc. Ahora bien, los países que se encuentran en vías de desarrollo, como Corea o China, tienen serias intenciones de alcanzar a los desarrollados y hacen un esfuerzo mayor en inversión, que se cuantifica entre un 1,5% y un 4% de su producto. Esa progresión, les permitirá alcanzar en algún momento a los países desarrollados. Lamentablemente, Argentina se encuentra en el pelotón del fondo, cuyo incremento y magnitud de inversión no le permitirá nunca alcanzar a los países desarrollados.
Es imprescindible que el enorme beneficio de hacer ciencia sea aprehendido por la personas en su conjunto porque no se defiende aquello que no se comprende.

La formación de recursos humanos en Ciencia merece un capítulo aparte. Formar un Doctor es un proceso de 10 a 15 años. Sin embargo el "mercado" exige otra dinámica, no puede esperar ese período de maduración. Es por eso que los países centrales tienen la sana costumbre de importar talento mientras que los países que no dan a la ciencia el lugar estratégico que le corresponde tienen la peligrosa costumbre de dejar que su talento emigre. Cuando, muy a su pesar, un investigador formado debe dejar la Argentina por falta de posibilidades para su desarrollo profesional, se lleva con él la enorme inversión que hizo el país para su formación y la deposita gratuitamente en su país de destino. ¿Qué sentido tiene sostener y alentar esta fuga de talento e inversión?
En tiempos donde la palabra déficit lo atraviesa todo, resulta muy conveniente atender al sentido común contable. El recorte de gastos no garantiza la generación de utilidades futuras. Hoy los países con alto sentido común contable están invirtiendo sistemáticamente en Ciencia y Tecnología, porque la mejor opción es invertir en los mercados que producen alta rentabilidad a futuro a través del agregado tecnológico. Recortar en Ciencia y Tecnología es recortar las capacidades futuras para producir y generar riqueza. En su campaña de 2015, el presidente Mauricio Macri prometió un 1,5% de inversión anual del producto en Ciencia y Técnica, y obviamente hoy nos encontramos muy lejos de eso, en un sesgo contractivo de escalas sorprendentes como revelan los resultados del ingreso a carrera en Conicet del año 2019.
Producir tecnología debería ser una estrategia central para toda Nación que busque incrementar su PBI y resguardar su soberanía.. Debemos seguir poniendo en discusión si el modelo productivo que buscamos es el de una factoría de mano de obra barata al estilo asiático o si podremos generar valor tecnológico agregado a nuestros procesos productivos.
Los países desarrollados incrementan anualmente un 0,03% de su producto en investigación científica. Los países en vías de desarrollo, deseando alcanzarlos, invierten entre un 1,5 y un 4%. Argentina a contramano, está en una carrera de desinversión.
La economía argentina tiene la capacidad de sostener un desarrollo tecnológico competitivo que le permita al país ser un jugador más en la partida tecnológica a nivel global. Ya se ha demostrado en el plano de la energía atómica y la industria satelital. El problema no pareciera ser el financiamiento, ni la base tecnológica, ni la formación de nuestros recursos humanos. Creemos que uno de los principales inconvenientes a sortear es el modelo de país que se plantea desde la sociedad. Los desafíos son de decisión política, de implementación de políticas, pero fundamentalmente de intelección e interés por parte de la sociedad. Es imprescindible que el enorme beneficio de hacer ciencia sea aprehendido por la personas en su conjunto porque no se defiende aquello que no se comprende.
Creemos firmemente que debemos cuidar a Conicet. También creemos que es necesario crear instituciones intermedias de producción tecnológica, invertir en procesos científico tecnológicos y sostener ese esfuerzo en el tiempo. Al debido momento, estaremos en carrera.
COMITÉ DE EDICIÓN DE AlgoParaDecir.org
Créditos de la Foto de Artículo: unsam.edu.ar
Creemos firmemente que debemos cuidar a Conicet. También creemos que es necesario crear instituciones intermedias de producción tecnológica, invertir en procesos científico tecnológicos y sostener ese esfuerzo en el tiempo. Al debido momento, estaremos en carrera.
COMITÉ DE EDICIÓN DE AlgoParaDecir.org
Créditos de la Foto de Artículo: unsam.edu.ar