Tecnología

Necesitamos politizar la tecnología

¿Dónde está el poder? La maestra señala el dibujo de una casita y nos informa que está en el seno de la familia. Mamá acaso diga que el poder se sitúa en la escuela. Papá quizá dirá que no, que el poder real  está en la comisaría. ¿Lo tiene el presidente de la nación? ¿Estados Unidos de Norteamérica o la República Popular China? ¿Dónde está el poder?

El poder es un concepto que en el mismo momento en que lo situamos pareciera diluirse. Y es que el poder siempre se nos está escurriendo. Afortunadamente, una de las mentes más brillantes del siglo pasado, el Filósofo Michel Foucault, se dedicó a pensar el Poder. Michel Foucault es el filósofo del Poder. De su pluma privilegiada aprendimos que el poder no es, que el poder se ejerce. Pero sobre todo, aprendimos que al poder no le interesa confrontar subjetividades sino crearlas. El poder es un gran constructor.

Acaso uno de los constructos más formidables del poder sean las Estructuras. ¿Las qué? El gran pensador de la política, Baruch Spinoza, sostenía que la idea de círculo no es redonda. Décadas después el filósofo Louis Althusser diría que el concepto de perro no puede ladrar. De acuerdo, no podemos acariciar a lo que hace a un perro ser un perro. Lo que hace ser a determinadas cosas parece no ser una cosa entre las cosas. ¿Qué le confiere valor al dinero?  ¿el papel pintado? No, lo que le da al dinero su valor es algo que no puede verse. Es una estructura, un tejido de significación, una construcción de sentido colectivo que se impone a todas las demás. Lo que hace al capitalismo ser capitalismo no puede tocarse con las manos ni verse con los ojos. 
 

Hoy 8 personas son dueñas de la mitad del mundo. ¿Cómo llegamos a esto? La tecnología tiene mucho que ver con la respuesta.

En tiempos donde la expresión del Capital se encuentra atravezada por lo financiero y lo tecnológico parace oportuno identificar una super estructura de poder que algunos llaman Capitalismo de Plataformas. Pero no se trata simplemente de nombre más, aquí hay algo nuevo. Algo que que emerge en el forma de un proceso de concentración de riqueza inédito y tan desproporcionado que pone en riesgo tanto el equilibrio del mercado como las libertades individuales.

Pensemos en lo siguiente: ¿Cuánto lugar ocupan 8 personas? Podríamos acomodarlas en una camioneta, por ejemplo. En una sola. En estos momentos, 8 personas concentran la riqueza de la mitad del planeta. 8 personas tienen los mismos recursos que el resto del mundo. 8 personas son hoy dueñas de la mitad del mundo. Hay que hacer un verdadero esfuerzo de racionalización para llegar a comprender lo que eso significa y probablemente sea una tarea imposible. ¿Cómo llegamos a esto? La tecnología tiene mucho que ver con la respuesta.
 
El que 8 personas tengan la misma riqueza que el resto del mundo se explica fundamentalmente en el concepto de monopolio. Google, Microsoft, Facebook, Amazon y Apple son monopolios legales. A diferencia de sus primos manufactureros, el principal problema de los monopolios tecnológicos para los sujetos físicos no es su capacidad de fijación de precios, sino su facultad de evadir impuestos y soslayar derechos laborales adquiridos.

Veámos un ejemplo interesante que nos cuenta Nick Srnicek en su libro Capitalismo de Plataformas. ¿Qué ocurre cuando hacemos un pago a través de Uber, la plataforma que conecta pasajeros con choferes? Un informe de la revista Fortune de 2015 nos los explica: el total del importe viaja a una filial de la compañía en las islas Bermudas. Allí, aproximadamente el 70% se transfiere al conductor y el resto se transfiere a Holanda. ¿Por qué Holanda? Porque allí Uber puede afirmar que su único activo es una app y que no es dueña de de los vehículos ni empleadora de los choferes, lo cual es muy cierto, y en virtud de dicha afirmación técnica prácticamente no pagar impuestos. Desde el punto de vista fiscal, parece que la empresa de transporte más grande del mundo no es dueña de ningun auto. Solo es dueña de una app. Las malas noticias del poder de Uber se extienden también en las bases de los derechos laborales. Si Uber fuera efectivamente el empleador de los miles de choferes que trabajan sobre su aplicación, les debería la descomunal cantidad de 852 millones de dólares, aunque Uber admite ‘solo’ deberles la mitad de esa cifra. Si estas corporaciones se adecuaran a las legislaciones laborales y fiscales de sus países de origen no solo no serían rentables sino que tampoco existirían. Pero gracias a un andamiaje estructural que no podemos ver, existen, operan y monopolizan en detrimento del tejido de pymes que motoriza la economía y sustenta al estado. 

¿Qué podemos hacer? Habrá que seguir pensándolo, pero como casi siempre que se intenta liberar a la naturaleza humana de las prisiones del poder, el camino es la educación.


Algunas plataformas conectan capital con fuerza de trabajo. Otras, como los productos de Google, son superestructuras de software y hardware diseñadas para el extractivismo de datos. El Código Penal argentino, en el artículo 153, protege la inviolabilidad de la correspondencia física o electrónica con una pena de 15 días a 6 meses de prisión. Sin embargo, Google lleva años leyendo nuestros correos. ¿Estarán preocupados sus CEOs? Difícilmente, y es que nosotros mismos aceptamos sus condiciones de uso. Dicha masa descomunal de datos es utilizada para delinear nuestro perfil de consumo y a partir de ello personalizar los anuncios comerciales que vemos. Sin embargo, en 2017, Google cumplió un sueño: anunció que deja de leer nuestros correos ‘privados’. ¿Un repentino ataque de ética? No. Sucede que saben tanto de nosotros que ya no necesitan seguir reconstruyendo nuestro perfil.

Natalia Zuazo en su libro Los Dueños de Internet, estableciendo una analogía con el concepto marxista de la acumulación originaria, sugiere que la etapa de extractivismo de datos está terminada. Si eso es cierto, acaso lo más preocupante sea que ni siquiera nos dimos cuenta de que había comenzado. Como sociedad hemos entregado a un puñado de corporaciones todo lo que necesitaban saber de nosotros. Y el problema de ese escenario no es solo la insultante concentración de ganancias que hoy ostentan esa superclase tecnócrata sino también el incremento del espesor y la densidad estructural del nuevo poder.

¿Cuál será la siguiente jugada en este macabro juego de acumulación que llamamos Capitalismo de Plataformas? Una verdadera demostración de fuerza: la optimización de los procesos humanos. Todo el volumen de datos colectados permite a los algoritmos, esos descarnados y opacos entes digitales, aprender a hacer determinadas tareas mejor que nosotros mismos. Hablamos de aprendizaje automático. Sí, la próxima revolución en la reducción de la demanda de empleo.

Sería interesante en éste punto reflexionar sobre cómo puede regularse un poder tan descomunal y tan carente de entidad como el nuevo Capitalismo. La concepción marxista que entiende el devenir de la historia como lucha permanente, pareciera, a primera vista, no darnos muchas herramientas en ésta era del Capitalismo de Datos. Después de todo ¿cómo luchar contra algo que parece estar constituído solo de "sentido común"? De sentido común,  pero también de leyes del mercado, de aceleracionismo imparable, de acumulación y derrame... hablamos de un poder tecnológico e instrumental que va dejando afuera a enormes mayorías.

¿Qué podemos hacer? Habrá que seguir pensando, pero como casi siempre que se intenta liberar a la naturaleza humana de las prisiones del poder, el camino es la educación. La educación es la única inversión real que habilita la construcción de políticas públicas. Resulta imperioso que la sociedad entienda cómo funciona la tecnología si esperamos poder crear y sostener políticas de regulación para controlarla. Necesitamos politizar la tecnología para establecer mecanismos que la regulen, para construir soberanía digital y para generar políticas de repositorios de datos públicos sobre las que tengamos algún control.


Lic. Federico Amigone
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Investigador del Proyecto: Agentes Inteligentes. Modelos Formales y Aplicaciones para la Educación.
FAI - UNCo

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